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Sonora

La Central de Abastos Francisco I. Madero alimenta a Hermosillo

La Central de Abastos Francisco I. Madero es espacio más grande de Sonora, y al que dan vida 3 mil personas que acuden todos los días

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Hermosillo, Sonora. En punto de las cinco de la mañana se abren las puertas de la Central de Abastos Francisco I. Madero, en Hermosillo, el mercado más grande de Sonora, en donde todos los días se atienden hasta a tres mil personas.

A las siete de la mañana repunta la actividad en el lugar, asegura José Luis Falcón, administrador de la Central de Abastos Francisco I. Madero.

Es entonces cuando el flujo de tráileres y “toneladas” que llegan desde diferentes campos de la entidad entregan la carne de los animales sacrificados durante la madrugada, así como la fruta y verdura de temporada recién cortada y empaquetada en algún lugar de Sonora o Sinaloa.

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En ocho hectáreas de terreno se levantan más de 300 bodegas y trabajan más de mil personas, hombres y mujeres. Unos, atienden a los clientes, otros cargan y descargan mercancía, están quienes cobran y quienes pelan ajos y limpian el orégano.

La mañana es frenética, los carros buscan dónde estacionarse mientras los mayoristas ubican la mejor oferta por saco; los clientes recorren los pasillos, unos piensan en lo que necesita para la semana y otros buscan el desayuno, no se deciden entre chicharrones o tacos.

El gusto de las especias y cebollas se mezclan con el aceite de automóviles que entran vacíos y salen cargados con la mercancía que habrá de llegar a las tiendas de la ciudad y de varias comunidades cercanas.

Alguien que ha estado ahí desde el principio es don José de Jesús Padilla Alvarado, quien hace 45 años, cuando su bigote no era tan prominente como ahora, abrió La Tapatía en el poblado Miguel Alemán, una verdulería que así como su familia, creció y se mudó a Hermosillo, donde tienen sucursales en Guadalajara y Culiacán.

José de Jesús Padilla Alvarado tiene 45 años trabajando en la Central de Abastos.

Junto a su esposa y seis hijos, el hombre de 70 años de edad se hace cargo del local ubicado justo en frente de la central de abastos, sobre el bulevar Solidaridad, las ofertas están marcadas en cartulinas de colores que combinan bien con las manzanas, el aguacate y el limón

En el 79, cuando todo era un baldío, recordó, “iniciamos con campañas de láminas de cartón, así empezó todo, la gente se puso a trabajar y con el tesón de los locatarios se logró formar el mercado”.

En cuanto al trato con el cliente, contó, poco ha cambiado, ellos siguen llegando en busca de las mejores ofertas, mientras él, procura tenerlas, con una actitud afable y dispuesto para una buena conversación.

Es la dinámica en los campos lo que ahora es diferente. Antes, los locatarios debían ir los ranchos y rastros para verificar la calidad de las frutas, verduras y animales, se hacía el pedido y al llegar la mercancía se cerraba el trato, ahora las cosas son diferentes, comenta mientras sostiene su teléfono celular entre las manos.

La tecnología ha facilitado ciertos aspectos del negocio, la comunicación inmediata y el envío de fotografías han recortado los procesos de compra, don José a veces siente que estuviera comprando por catálogo, “si llega como en la foto, se la pagamos”, aclaró el comerciante.

Ante la posibilidad de que este tipo de lugares sean desplazados por nuevas formas de distribución y venta de los productos del campo, confía en que la actividad seguirá cambiando, pero no desaparecerá.

Asegura que la Central de Abastos Francisco I. Madero no es solo un lugar donde se compra y vende verdura y carne, sino un espacio de rituales y dinámicas sociales que conforman la ciudad de Hermosillo.

Por Elsa Leticia Romero

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