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La Opinión

El mito de los tecnócratas neoliberales en México

Los tecnócratas son necesarios para lograr los objetivos de la cuarta transformación, que encabeza Andrés Manuel López Obrador, presidente de la República

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El discurso del gobierno de Andrés Manuel López Obrador se ha encargado de pintar a los tecnócratas como funcionarios con alta formación académica, con herramientas técnicas y teóricas y con alto interés en el crecimiento económico, pero con nula calidad humana, con pocos conocimientos sobre la realidad mexicana y con escasa preocupación por el desarrollo social.

Según AMLO, los tecnócratas llegaron al poder en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y se mantuvieron en el gobierno durante el “período neoliberal”, una época en la que dirigieron al país de acuerdo con los intereses de las élites e ignoraron las necesidades del pueblo.

La palabra “tecnócrata” se ha convertido en un término peyorativo, que tiene una amplia gama de sinónimos como “corrupto”, “neoporfirista”, “conservador” y “miembro de la mafia del poder”.

La realidad es que los tecnócratas son necesarios para el correcto funcionamiento de cualquier gobierno. Se trata de funcionarios especialistas en su materia con un alto grado de conocimientos técnicos, de los cuales se valen para tomar las mejores decisiones con base en los datos disponibles.

No importa si un gobierno es de derecha o de izquierda, los tecnócratas son una pieza fundamental para la correcta administración pública. El gobierno chino, a cargo del Partido Comunista, es un ejemplo perfecto de la necesidad de contar con tecnócratas para la realización de un proyecto político.

El gobierno mexicano sigue teniendo a varios tecnócratas entre sus filas, como es el caso de Arturo Herrera, el secretario de Hacienda y Crédito Público (SHCP), que sustituyó a Carlos Urzúa, quien también era un tecnócrata.

Asociar tecnocracia con neoliberalismo es incorrecto y pensar que los tecnócratas llegaron al poder con Salinas de Gortari es una falacia.

Para empezar, una serie de personajes que en la actualidad se considerarían tecnócratas fueron los encargados de impulsar las reformas borbónicas del siglo XVIII en el imperio español.

El máximo exponente de estos funcionarios que intentaron racionalizar y profesionalizar el gobierno virreinal fue José de Gálvez, quien fungió como ministro de Indias y visitador general de Nueva España.

Ya como nación independiente, los gobiernos mexicanos enfrentaron múltiples obstáculos para formar una burocracia profesional y ése fue uno de los problemas que afectó al país y frenó la consolidación del Estado.

En la primera mitad del siglo XIX, algunos ilustres personajes, que actualmente podrían ser considerados tecnócratas, como Lucas Alamán, tuvieron posiciones importantes e intentaron optimizar el uso de los escasos recursos públicos, mejorar la recaudación fiscal y reactivar la economía nacional.

Tras el triunfo de la república, con Benito Juárez en el poder, fueron ascendiendo otros funcionarios con altos conocimientos técnicos, como fue el caso de Matías Romero. En el gobierno de Porfirio Díaz, varios tecnócratas, como el secretario de hacienda José Yves Limantour, ostentaron altos cargos desde los que impulsaron la agenda porfirista de “orden y progreso”.

Después de la Revolución, Plutarco Elías Calles impulsó la formación de nuevos cuadros burocráticos profesionales. Este proceso continuó con Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho.

Poco a poco, fueron participando más y más tecnócratas en el régimen posrevolucionario. Esta tendencia posibilitó el “milagro mexicano” y el “desarrollo estabilizador”.

La política económica del desarrollo estabilizador, que logró que el producto interno bruto (PIB) creciera a una tasa promedio de 6 por ciento anual y que la clase media se expandiera entre 1954 y 1970, estuvo a cargo de Antonio Ortiz Mena, un tecnócrata hecho y derecho, respaldado por un equipo de tecnócratas en la Secretaría de Hacienda.

Le guste o no al actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador, los tecnócratas serán necesarios para lograr los objetivos de la cuarta transformación.

No habrá crecimiento si la política económica no se construye con base en información real y en previsiones fundamentadas.

No habrá repartición de la riqueza con programas sociales improvisados.

No se podrá combatir la venta de facturas y la evasión de impuestos si no se hace una revisión con lupa de la política fiscal y si no se implementan quirúrgicamente las herramientas de recaudación disponibles.

No será posible mejorar las condiciones económico-sociales en el sur de México y en Centroamérica sin la participación de técnicos en los programas de desarrollo regional y en los planes de cooperación internacional.

Pemex no se revitalizará y la corrupción no desaparecerá solamente con buena voluntad y honestidad.

Por Jacques Coste Cacho

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