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Seguridad

El Palacio de Arturo “El Negro” Durazo

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A finales de los años setenta, solo al jefe de la policía capitalina, el tristemente recordado Arturo “El Negro” Durazo, se le ocurrió construir un “palacio” con todo lujo.

La zona que eligió fue lo más alto de la ciudad, entre la zona boscosa del Ajusco para que fuera la mansión más admirada por propios y extraños; y a la que acudieron las más exóticas celebridades del arte, la política y el medio artístico de aquel momento.

Tan solo mencionar el apellido Durazo Moreno trae a la mente personas muy cercanas a él, además de sus más cercanos colaboradores en la dirección general de Policía y Tránsito del Departamento del Distrito Federal, ya extinta.

Bellas mujeres como la violinista Olga Breeskin, el cantante de moda José José, la actriz de televisión Verónica Castro, las modelos más espectaculares como Roberta, Anel, quien posteriormente fue esposa de José José, entre muchas, diríase una larga fila de bellas mujeres, visitaron la mansión del Ajusco, más que nada para bailar en la lujosa discoteca construida en el inmueble, copia fiel del Studio 54 de Nueva York.

El general Arturo Durazo Moreno significó en esta capital y en todo el país, el poder absoluto, toda la fuerza de la policía, pero también todo el abuso de la fuerza, la injusticia y terror para la sociedad.

Es cierto cuando se dice que el “Jefe Durazo” tenía controlada a la delincuencia, pero era un control absoluto, al grado de que los ladrones trabajaban para él.

La policía resolvía los casos más difíciles deteniendo a ladrones como El “Carrizos”, Pepe “La Preciosa”, Paco “El Elegante”, entre decenas de otros que incluso ya fallecieron; además de las bandas de ladrones que se subían a los camiones a robar las carteras y el dinero de los pasajeros.

En la época del general Arturo Durazo, existían los llamados artegios entre los ladrones para especializarse en los diversos métodos para apoderarse de lo ajeno sin violencia, y el que sacaba las carteras, tenía que hacerlo sin que su víctima se diera cuenta.

“Los mete mano” se especializaban en abrir bolsas de las mujeres para sacar dinero o objetos de valor, o meter la mano a la bolsa del pantalón del hombre para sacarle billetes o la cartera.

La venta de droga estaba, también, controlada por los agentes y comandantes de la policía del Distrito Federal (hoy ciudad de México), y la actividad de los traficantes era todo un secreto, incluida la protección hacia algunos criminales y la renta hacia otros.

El Palacio de un Sultán

El mencionado jefe policial, teniendo el poder consigo, tuvo la imperiosa necesidad de tener el sitio adecuado en donde representar su poderío, y que éste inmueble fuese el marco perfecto para presumir de forma real todo su poder.

De ese modo, El “Negro” Durazo se vio como todo un Sultán, y planeó tener para él, un gran palacio que lo diferenciara de los demás jefes de otras corporaciones, incluido el de la Policía Federal, e incluso quiso ser más grande que el mismo titular de la Procuraduría General de la República (hoy Fiscalía), y ese fue el comienzo de su fin.

Su soberbia le hizo perder piso, y no se quiso dar cuenta que estaba rebasando el poder; se vio inmerso en líos de drogas, en masacres, en todo tipo de actividades ilícitas que lo iban hundiendo cada vez más.

El Palacio de Durazo, se encuentra sobre la carretera México-Cuernavaca, a la altura de San Andrés Topilejo, y justo en el kilómetro 23.5 está la desviación para su encuentro.

No es muy fácil poder observar a detalle la majestuosa construcción, pero se advierte que el cometido y encargo del “patrón”, fue construirle un “palacio” de grandes dimensiones para exhibir las exuberantes pertenencias, mobiliario y vehículos de lujo y de colección.

De hecho, las personas que visitaron ese Palacio, también fueron en su momento, “gente de lujo” con apariciones en los periódicos, las revistas y en el radio y la televisión.

Carlos Lico, Víctor Iturbe “El Pirulí”, Enrique Gumán, Javier López Chabelo, Manuel “El Loco”Valdéz, Jorge Vargas, son algunos de los artistas que fueron visitantes dintiguidos de la Discoteca de Durazo Moreno.

El paso del tiempo borra todo indicio de pecado, mucha de esa gente ya no existe, y solo las anécdotas quedan, solo los recuerdos de la prepotencia están aún presentes en el Palacio de la Impunidad.

Por Tomás Rojas Madrid

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